Hijo de una blanca noche de invierno.
Hambriento del tiempo que he vivido.
El reto está en soportar al resto.
En no amanecer en una nube roja
de cenizas y cadáveres de mariposas.
Efímera luna,
como el aliento del mendigo.
Que llegue ya el frío del que nací.
En su regazo que cauteriza
las palabras en los labios.
En la hipotermia lenta de los sueños olvidados.
En los dulces peñascos del camino que recorrí.
Que llegue la paloma con el laurel.
La resolución y la respuesta
que transciende más allá de nuestra carne.
Las palabras que me trae el viento
de la cara oscura de la tierra.
La sublimación, la debacle,
rapaz, mordaz sensación,
de que todo se hizo antes.
La soga que ancla el alma
al fondo de la ciénaga.
¡Déjame partir invierno!
Déjame ir allá donde el sol golpea.
Donde el cuerpo mueva a la razón a la batalla.
Allí donde el viento sea mas fuerte que la decepción,
que la mentira y que la soberbia.
