22 abr 2015

Catarsis - Pequeños Grandes Literatos


  Franz Kafka (Praga, 1883-1924) Fue un escritor de origen judío, autor de tres novelas y muchos relatos breves. Su obra ha sido pieza clave en la literatura moderna.
"Etéreo como un sueño, y exacto como un logaritmo" dijo de él Hermann Hesse. Y, posiblemente, esta sea la descripción más apropiada de su obra. Su texto más relevante, y que, quizás lo define mejor es "La Metamorfosis".
Su obra no está limitada por un estilo, y quizás este sea el suyo. Su literatura breve, sus relatos, van desde lo más abstracto a lo más metafísico. Segundo de estos aspectos el cual homenajeo.


Catarsis

El sol nacía detrás de la montaña helada. Bajo el suave y frío manto de la madrugada que aún perduraba en el aire. Inundando y revelando todo lo que la noche egoístamente había ocultado. Cada árbol en flor. Cada camino moribundo hacia el cielo.

Despertando a los amantes. Saludando a los campesinos. Alertando al acelerado ejecutivo que sin duda llegaba tarde a alguna reunión de suma importancia. Avisando a las sufridoras madres que debían preparar a sus hijos para llevarlos a la escuela.

Testigo de cuanto sucede en la tierra. Testigo de maravillas y horrores. De las más grandes proezas y bajezas.
Incluso la luz necesita su momento de reposo, y tras cada día llega puntual la noche. Custodiada por la Luna, díscola hija de la claridad.

La noche, donde el hecho más superfluo y prosaico se convierte en prueba viviente de la existencia de Dios.

La noche, despertando la anárquica esencia inherente al alma humana más primitiva, el deseo, la rabia, la magia.

Así tras cada noche un día aguarda. Y así tras la fría montaña el sol ilumina la bóveda celeste de un pequeño pueblo escandinavo. Cruzando ríos claros y bosques espesos. Empequeñeciendo todo cuanto se interpone en su camino, como un gigante furioso.

Así el sol salio a recibir un nuevo día. A iluminar la turbia alma del hombre y despejar su mente envenenada con mil banalidades. A descubrirlo todo. A destaparlo todo.

Entrando por la ventana empañada, acariciado una suave y blanca piel, unos bellos ojos cerrados, un pecho, que no respira, un cuerpo inerte, un rostro hermoso, ahora empañado de sangre.
Y al fin el sol furioso destapa el alma humana por completo, la sucia impureza de una terrible imperfección, el asesinato.